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Tax&Trans V: ¡no me saquen de mis casillas!

Julio de 2024

Aunque no lo parezca, nuestro IRPF (quiero decir el suyo, el de Hacienda) tiene alma participativa. Y nunca peor dicho eso de que el IRPF tiene alma, porque Hacienda es desalmada de toda desanimación (no puedo poner desalmación).

Los "presupuestos participativos" son una de esas brillantes ideas que nunca se ponen en práctica a lo grande, pero que deslumbran a mucha gente. Entre otros a mí..., en su momento. Se han implementado, eso sí, en pequeños municipios o programas. Consisten en ofrecer a los contribuyentes, en el momento de hacer su declaración de la renta, a dónde desean que vaya una parte de los impuestos a los que están obligados.

A ver, Hacienda no te perdona nada ni cuando se equivoca, pero te podría dar un margen para que tú decidas a dónde va esa fracción de lo que, de todas las maneras, tienes que pagarle. No mucho margen, la verdad, porque si a todos nos diese un ataque y decidiésemos ubicar el 50% de nuestra factura fiscal en, digamos, la casilla de los festivales de verano, pues no se podrían hacer las transferencias que la sanidad, la educación y las pensiones reclaman crecientemente. Seamos participativos dentro de un orden (fraccional), o dos.

Ya saben a lo que me refiero: la casilla de la Iglesia Católica y la casilla de "actividades de interés general consideradas de interés social". Que no da mucho de sí, ya que sólo te permiten desviar entre el 0,7% de tu cuota íntegra (si optas por una de las casillas) y el 1,4% (si optas por las dos casillas). También puedes no asignar nada. Además, nunca llegas a saber (aunque se puede saber) cuáles son las ONG que realizan esas actividades generales de interés social, que son seleccionadas cada año en base a solicitudes de aquellas presentadas en las correspondientes convocatorias de cada ejercicio fiscal.

El caso es que por este procedimiento, de los 109,5 millardos de euros que recaudó este impuesto en 2022, unos 835 millones de euros fueron a estos objetivos, de los cuales 359 millones se afectaron a la Iglesia Católica. El tipo efectivo de esta instancia de participación resultó ser pues del 0,76%, algo mayor del 0,7% porque algunos contribuyentes marcan las dos casillas, a pesar de que algunos otros no marcan ninguna. Teniendo en cuenta que alrededor del 20% de los contribuyentes no marca ninguna de las dos casillas, deberíamos considerar la participación un éxito, sobre todo porque un porcentaje de los que participan claramente mayor que el de los que no participan elije marcar las dos casillas.

Pues bien, en España tenemos presupuestos participativos, aunque sean muy modestos. Pero, y esto sí es estimulante, muchos millones de contribuyentes participan teniendo en cuenta que en 2022 se registraron 22,9 millones de declaraciones. Nos congratulamos, claro que sí. Hay base para un experimento participativo de envergadura. Sea a escala estatal, autonómica o, incluso, local.

Hay incluso más elementos participativos en los Presupuestos Generales del Estado, no sólo las dos casillas. En efecto, fuera de nuestras casillas y con límites relevantes, los contribuyentes que hayan donado cantidades regulares u ocasionales a actividades de mecenazgo, ONG, partidos y sindicatos y otras entidades o programas culturales, reciben reducciones en su factura fiscal. Obteniendo así una ganancia neta para el sí, aunque para merecerla deben encaminar bastantes más recursos propios a aquellas entidades por su propia cuenta. En 2022, estas reducciones en la cuota del IRPF alcanzaron 703,9 millones de euros.

Según informaciones directas y de campo, obtenidas por la organización Participatory Budgeting Atlas (https://www.pbatlas.net/index.html), en 2019, había en el mundo unos 12.000 procesos participativos en la elaboración de los presupuestos de estados, regiones, provincias y municipios. En todos los continentes, aunque mayoritariamente en administraciones locales y ciudades medias o pequeñas. Casi 7 mil establecidos por ley, la mitad en Europa y ninguno de esta categoría en EE.UU.. Por lo visto, Brasil y Japón son casos interesantes, siendo este último un país en el que la tradición se remonta a finales del siglo XIX.

En Europa, Polonia y Portugal lideran este, movimiento, bajo el mandato de legislación ad hoc. En el segundo, muchas entidades que no son gobiernos, como escuelas, especialmente, realizan presupuestos participativos en alguna medida. En España, el Atlas registra unos 400 procesos participativos en diversas entidades, aunque no había en el año de la última edición, normativa legal a la que acogerse, siendo el tercer país con más procesos participativos del continente. Todos los procesos son a escala local, pero los había en Madrid y Barcelona y en otras 24 capitales provinciales.

Por si acaso, mientras lo comprobamos, no nos saquen de nuestras casillas del IRPF, por favor. Y, si es posible, amplíenlas.

José Antonio Herce, socio de LoRIS