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TAX&TRANS III: impuestos y democracia liberal

Mayo de 2024

Muchas revoluciones se han iniciado por la negativa de las clases emergentes a pagar impuestos. Maticemos: a pagar tantos impuestos, a pagárselos a un determinado dictador fiscal o ambas cosas a la vez. El caso es que la resistencia a pagar impuestos no necesita excusas, surge espontáneamente en los contribuyentes, aunque a veces estos las utilizan para justificar sus ansias de libertad.

Y sí, pagar impuestos es algo que muchas personas asocian a una especie de... (adivínenlo) "imposición". Una imposición de la que quieren liberarse .

Lo paradójico es que, al mismo tiempo, muchas personas, cuando reflexionan bajo un "velo de ignorancia" que les aísle momentáneamente de su posición en la sociedad, también asocian pagar impuestos a un orden social avanzado, y si los impuestos son progresivos mejor.

Un esquema de imposición progresiva sobre la renta, por ejemplo, es uno de los tres pilares sobre los que se asienta una democracia liberal. Los otros dos son la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y el respeto a la propiedad privada.

Sería lamentable que olvidásemos estas sencillas claves para entender lo que determina un orden social avanzado. Y es triste constatar que la primera institución que se desentiende de ellas es la propia administración tributaria. Muy poco, en su comunicación institucional, invita a los contribuyentes a reflexionar sobre estos conceptos. Menos aún, nada en su praxis cotidiana, en su comunicación directa con los contribuyentes les facilita a estos el cumplimiento de normas increíblemente complejas, la comprensión de sus enrevesadas notificaciones y la alfabetización en materia tributaria. O explica el destino final de tus impuestos, a veces porque resulta inexplicable.

Hablar hoy de democracia liberal es una tarea complicada, visto el panorama de polarización política y social sobre la organización de los asuntos públicos. Sin tener claro este concepto es difícil desbrozar el espeso y contaminante campo binario (izquierda-derecha, ricos-pobres, hombres-mujeres) en el que nos hemos empeñado en dividir la sociedad. Menos aún entender el propósito de los impuestos y su contrapartida, las transferencias. Que se han convertido en herramientas arrojadizas o en recursos de parte para comprar votos y, lo que es peor, adhesiones.

Las clases emergentes en las revoluciones precedidas por querellas tributarias son, por lo general, clases burguesas formadas por profesionales de ejercicio libre, artesanos o emprendedores y empresarios modestos. Es decir, trabajadores con cuenta de resultados y que asumen riesgos. Agentes a quienes les duele un exceso de impuestos, especialmente cuando estos no son racionales o están mal justificados. Estos contribuyentes comprenden el valor de los impuestos, pero no los justifican sin haber leído previamente la letra pequeña. Los pagan y, a cambio, quieren saber que sirven para algo.

Todas las reflexiones anteriores apuntan a esquemas de impuestos y transferencias que son consustanciales al grado de progreso de la sociedad. Si los impuestos son confiscatorios o se reducen a su mínima expresión la sociedad no será equilibrada y los impuestos, impopulares de por sí, no suscitarán la necesaria tolerancia de los contribuyentes.

Así, con el trascurso del tiempo, cada sociedad se va adaptando a los empujes de la fiscalidad (impuestos y transferencias) y, eventualmente, reaccionan sus elementos más activos cuando estos esquemas sobrepasan ciertos límites. No niegan, los revoltosos, la necesidad de los impuestos, sencillamente se rebelan contra su exceso y su arbitrariedad y, si se tercia, contra la autoridad moral de quien se los impone.

La democracia liberal puede admitir grados diversos de presión fiscal (con su correspondiente carga redistributiva), pero nunca un grado excesivo (big government e intervencionismo) o un grado insignificante (small government y desistimiento de funciones) incompatibles con los otros pilares de este sistema de gobierno, la propiedad privada y la igualdad ante la ley.

De la misma manera,

La fiscalidad progresiva se autorregula dentro de límites como los evocados en los dos párrafos anteriores, siempre que cada figura impositiva esté bien diseñada y evite resultados inesperados (regresividad en vez de progresividad).

La fiscalidad, en sus muchas dimensiones, lo dice casi todo de la sociedad a la que sirve y su gobernanza.

José Antonio Herce, socio director de LoRIS