Invertir en tecnoeconomía
Septiembre de 2022La transformación de ahorrador en inversor, como estrategia imprescindible si se quiere obtener un rendimiento superior a la inflación en el próximo lustro, implica tomar diversas decisiones. Una de ellas es el porcentaje de nuestra cartera que materializaremos en activos ilíquidos, esto es, en acciones (private equity) o en financiación ajena (direct lending) que no cotizan en los mercados financieros. Esta tipología de inversión, que se denomina cada vez con más frecuencia "mercados privados", solo es compatible con horizontes de inversión medios o largos (entre 3 y 7 años) dado que ese suele ser el plazo hasta el cual no recuperamos la inversión. En consecuencia, es necesario calcular el porcentaje de nuestro patrimonio que podremos "inmovilizar". Y aunque cada inversor es diferente, por nuestra experiencia profesional podemos indicar que el porcentaje oscila entre el 5% y el 20%. Un inversor inteligente materializa una parte de su cartera en mercados privados.
Junto con esta idea, la otra sobre la que voy a insistir es adaptar la cartera a las grandes tendencias de la economía mundial. Este es nuestro estilo de gestión, que se denomina "Global macro" y que exige analizar no tanto (o no solo) la coyuntura económica sino la estructura económica. Y está claro que la principal transformación en las dos últimas décadas ha sido el desarrollo de la tecnología. La otra ha sido la globalización, macrotendencia que tal vez no pasa por su mejor momento (pruebe a buscar la frecuencia de uso de la palabra "desglobalización" en los dos últimos años). Pero la innovación tecnológica no solo no remite, sino que las perspectivas para las disrupciones que están por venir son mayores que en cualquier momento pasado.
Por ello, todo inversor inteligente tiene que sesgar su cartera hacia la tecnología (entre un 15% y un 40% de la misma), comprando acciones y prestando dinero a las compañías vinculadas con áreas como la inteligencia artificial, el Big data, la ciberseguridad, IoT, computación cuántica, etc. Se que es por todos conocidos las Big tech, las siete grandes tecnológicas (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Tesla, Meta o NVIDIA) que capitalizan nueve billones de USD (un 10% del total de la bolsa mundial), respaldadas por un beneficio previsto en 2022 de 300.000 millones de USD (Apple ganará 100.000 millones frente a una capitalización de 2,4 billones). Estas siete representan algo menos de la mitad de total del Nasdaq (valor de mercado de 14 billones de USD y beneficio esperado en 2022 de 700.000 millones de USD).
Y cuando escribo estas líneas, este mercado atraviesa una importante corrección (-30%) desde los máximos del pasado noviembre. Pero esa es la "coyuntura" (ruido) a la que antes hacía alusión. Piense en el largo plazo (tendencia) y reflexione sobre si vamos a dar pasos hacia atrás o hacia delante en la innovación tecnológica. Efectivamente, lo que no sabemos es quienes van a ser los ganadores dentro de una década. Es posible que el líder no sea ninguna de las siete compañías antes señaladas. Por eso, todo inversor inteligente diversifica e invierte a través de fondos. Y, para diversificar, es imprescindible invertir en las pequeñas tecnológicas, en esas que hoy tienen un valor de mercado reducido (no llegan a ser unicornios). Hay pocas alternativas mejores para ello que invertir a través de fondos de capital riesgo y de direct lending con sesgo tecnológico. Es la mejor forma de incrementar la expectativa de rentabilidad a largo plazo, de adaptar la cartera a la realidad macroeconómica y de diversificar. Ahora bien, implica asumir riesgo de mercado, así como, tal y como hemos señalado al principio, de liquidez.
Por todo ello, un inversor inteligente debe tener posiciones en un fondo de capital riesgo y direct lending con sesgo tecnológico, aunque su peso en el total de la cartera debe situarse entre el 2% y el 5%. Y si y solo sí, puede mantener la inversión un plazo medio de 5 años.