Vulnerabilidad energética de Europa
Abril de 2022Antes de que tuviera lugar la invasión de Ucrania ya teníamos evidencia suficiente de la vulnerabilidad del conjunto de la Unión Europea (UE) al encarecimiento de la energía. Llevábamos meses sufriendo alzas en el precio de la electricidad que en gran medida eran el resultado de tensiones alcistas, también sin muchos precedentes, en el precio del gas. Inicialmente, sus elevaciones eran el reflejo de ese desigual encuentro entre una demanda europea amparada en la propia recuperación del crecimiento económico y la oferta dominante rusa. Luego vino la invasión de Ucrania y esa relación asimétrica se reveló como uno de los elementos más dañinos sobre el conjunto de la UE. Ello es así básicamente por dos razones. En primer lugar, porque es la causa principal de la intensa elevación de la inflación; pero, no menos importante, porque los ingresos provenientes de las exportaciones de gas y petróleo a Europa constituyen el principal nutriente con el que las autoridades rusas están financiando la invasión de Ucrania. Representan más del 35% de los ingresos públicos de un presupuesto que tiene en las militares las principales partidas de gasto.
La vulnerabilidad que supone para la UE la excesiva dependencia de las importaciones de gas y petróleo provenientes de Rusia admite pocas dudas, tan pocas como la de la envergadura de este país como oferente en el mercado de combustibles fósiles. Recordemos que Rusia es el primer productor mundial de gas, el segundo de petróleo y el tercero de carbón. De las consecuencias adversas que podría llegar a tener esa desigual relación entre vendedor y compradores tuvimos señales sucintas en 2014 cuando la anexión por Rusia de Crimea. Pero las advertencias fueron pasadas por alto y actualmente el 40% del gas consumido en el continente proviene de Rusia. De hecho, antes de que llegara este conflictivo invierno, Rusia ya estaba aumentado sus ingresos de divisas internacionales como consecuencia del alza en los precios de los hidrocarburos. La invasión de Ucrania agudizó la gravedad económica, pero también la contradicción de que sean esos suministros los únicos exentos de las sanciones adoptadas contra Rusia. La posición de las autoridades alemanas seguía siendo determinante a este respecto cuando esta columna se cerraba. En el momento actual, un embargo de las importaciones de combustibles fósiles provenientes de Rusia amenazaría con una recesión en Alemania, muy dependiente del gas, petróleo y carbón importado de ese país.
Es de esperar, que al igual que ha ocurrido en otros ámbitos, en esta crisis también Europa haga de la necesidad virtud y salga más fortalecida y menos dependiente.En varias direcciones se debe seguir trabajando al respecto. Desde luego en el de la diversificación de los suministros, en el de las interconexiones trasfronterizas de gas o en la activación de las plantas licuadoras de gas. Todo ello desde el mantenimiento de esa estrategia de transición energética asumida por todos los estados miembros y financieramente apoyada en el programa Next Generation EU. Si así fuera, volveríamos a ver como las instituciones comunes han salido fortalecidas al igual que los fundamentos específicos de una política energética común de alcance, en la que no solo se prima la reducción de la dependencia, sino también la eficiencia y la sostenibilidad.