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El año de la ciencia y la tecnología

Diciembre de 2021 El efecto de la tecnología sobre la desigualdad se ha visto acrecentado durante el último año.

El año 2021 pasará a la historia por muchos motivos, pero sobre todo por el papel protagonista de la ciencia y la tecnología, que nos ha dado muchas alegrías y algún que otro dolor de cabeza. Entre las primeras se encuentra la vacuna contra la Covid-19, y entre las segundas las amenazas contra la privacidad y el empleo (a raíz de la automatización y la inteligencia artificial).

Hace una década, y no digamos dos, hubiera sido muy difícil desarrollar una vacuna efectiva en cuestión de meses. Las nuevas tecnologías de investigación molecular y genética nos han permitido acelerar el descubrimiento y diseño de inoculaciones y tratamientos efectivos. Y las tecnologías de la información nos han permitido seguir actuando como consumidores, trabajadores, estudiantes, ahorradores e inversores. De lo contrario, el impacto económico de la pandemia hubiera sido mucho más devastador.

Pero también nos enfrentamos a un horizonte de elevada incertidumbre sobre los efectos secundarios de los avances científicos y tecnológicos en lo que se refiere a la ética, la desigualdad y los desequilibrios de poder. Por ejemplo, se abren nuevos horizontes para el tratamiento preventivo de enfermedades mediante la manipulación genética, lo que despierta numerosos dilemas éticos y morales.

El efecto de la tecnología sobre la desigualdad se ha visto acrecentado durante este último año. No todo el mundo, ni siquiera en los países más desarrollados, tiene acceso a banda ancha. Mientras que los trabajadores de cuello blanco han podido trabajar desde el hogar, los de cuello azul han tenido que desplazarse hasta el lugar de trabajo. Los estudiantes con suficiente espacio en el hogar han podido seguir formándose, mientras que los que carecen de un espacio adecuado para estudiar se han visto perjudicados. Las madres han tenido más dificultades que los padres para conjugar la vida familiar con la vida laboral durante la pandemia. Y así un sinfín de otras desigualdades.

Por si los dilemas éticos y las crecientes desigualdades no fueran suficiente, los desarrollos científicos y tecnológicos durante este último año han desembocado en unos mayores desequilibrios de poder desde el sistema mundial hasta las comunidades locales. Los países más avanzados han podido proteger a su población de una manera más efectiva que los menos desarrollados. En el futuro inmediato se aventura una competencia feroz por el control de la ciencia y la tecnología entre Estados Unidos, China, la Unión Europea y algún otro país. Un desequilibrio similar se constata a nivel de los sectores de la economía, donde se produce una constante disrupción de los modelos de negocio tradicionales. Y también entre las empresas se generan cada vez mayores discrepancias de poder, siendo el crecimiento constante de las grandes tecnológicas un factor que cada vez más contribuye a comportamientos monopolistas y de restricción de la competencia. En el ámbito local sigue abriéndose una brecha entre las ricas y pobres, las urbanas y las rurales, y las que se benefician de esta ola de expansión tecnológica y las que se ven marginadas.

2021 es, en definitiva, un año de apoteosis científica y tecnológica, pero con muchas luces y sombras. Esperamos que 2022 sea un año en el que se reduzcan los dilemas éticos, las desigualdades, y los desequilibrios de poder que tan rápidos avances vienen produciendo.

Mauro F. Guillén es catedrático de Dirección Internacional de la Empresa en la Wharton School, así como miembro del Consejo Académico de Afi Escuela de Finanzas