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Sin ánimo de lucro, pero sostenible

Junio de 2021 Brindar servicios y apoyo, a lo largo de estos meses, ha sido uno de los mayores desafíos a los que las organizaciones del tercer sector se han enfrentado.

El tercer sector siempre ha estado aquí. La pandemia ha sido un lamentable golpe de realidad donde ha quedado patente el valor de las organizaciones del tercer sector. Nada como ver de cerca la movilización de ONGs y Fundaciones en nuestro país durante estos últimos meses, paliando situaciones - medio millón de personas pidiendo ayuda por primera vez- o apoyando proactivamente en la adquisición de material sanitario.

El tercer sector es un conjunto de entidades muy diversas en términos de servicios ofrecidos, tamaño organizacional y estructura, pero que tienen en común la dedicación a fines sociales y el trabajar sin ánimo de lucro, financiándose principalmente con subvenciones, donaciones y aportaciones patrimoniales.

El incremento de la demanda, con una estructura de financiación limitada, las ha expuesto a una tensión financiera considerable. Más allá de la situación coyuntural, y a título ilustrativo, mencionar que desde el 2009 la brecha de financiación requerida para ayuda humanitaria no ha parado de crecer, según datos de Global Humanitarian hay un déficit de no menos del 15%. Recaudar fondos y preservar el patrimonio son dos de los principales retos a los que se enfrentan las organizaciones del tercer sector en los próximos años.

Recaudar fondos no es una labor fácil. El desafío es diversificar ingresos aplicando ideas innovadoras. Entidades como Cruz Roja en Reino Unido ha llegado a un acuerdo con Tiktok, creando eventos virtuales y tickets de donación y está explorando con gamers ideas para generar nuevas formas de financiación. Ideas poco habituales, con un impacto inmediato, pero que pierden efecto si se generalizan y que requieren un continuo innovar.

El sector ha sido creativo cubriendo la brecha de la distancia social durante estos meses, incluyendo esquemas de voluntariado on-line, soporte remoto y comunicaciones en redes, entre otros. Este aprendizaje es un buen punto de partida para explorar la digitalización como posible palanca de ingresos y ahorros.

Preservar el patrimonio tampoco es fácil y lleva aparejada una reflexión ética. Se espera que las organizaciones del tercer sector tomen decisiones de inversión responsables. Elegir entre actuar éticamente u obtener el máximo rendimiento de las inversiones. La clave es desmontar esta falsa dicotomía asegurando que las inversiones están alineadas con la misión de la organización, se realizan siguiendo una metodología rigurosa y mantienen criterios de transparencia.

En los últimos años han surgido iniciativas de inversión de impacto social, estimulando a las fundaciones y a entidades no lucrativas a que destinen parte de su capital o presupuesto a estas inversiones. Son inversiones que deben ser consideradas, sin duda, como alternativa dentro del conjunto de opciones disponibles incluidos otros productos de inversión. El cambio no es menor y requiere la reflexión y el compromiso del conjunto de la organización.

Son tiempos de cambio y de mentes emprendedoras, cumplir con la misión social es primordial y asegurar la sostenibilidad de las organizaciones es parte del compromiso.

Adriana Scozzafava es directora general de Fundación Afi.