La paradoja de la globalización
Julio de 2020 Verónica López reseña uno de los libros más representativos de la visión del recientemente galardonado Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. «La paradoja de la globalización» (2011), expone el trilema de polÃtica económica en el que nos encontramos, y desvela propuestas sensatas para la elección de la mejor (o menos imperfecta) de las alternativas disponibles, alternativas que siempre presentan un «trade-off», claramente explicado por el autor."La paradoja de la globalización: democracia y el futuro de la economÃa mundial", de Dani Rodrik
Dani Rodrik (Estambul, 1957) es profesor de economÃa polÃtica internacional en Harvard y considerado uno de los cien economistas más prestigiosos del mundo. No en vano, su trayectoria fue reconocida el pasado mes de junio con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2020.Si bien el libro elegido no es el último de su prolÃfica producción, sà recoge de manera amplia y detallada la esencia de sus tesis y preocupaciones, que él mismo expone en el arranque de esta obra: los efectos del boom del comercio internacional y de las prácticas de outsourcing y deslocalización en el agravamiento de las desigualdades a través de los mercados de trabajo y de la erosión del pacto social en el seno de los paÃses.
Ya anunciaba en 2011, algo que ha reiterado recientemente en el actual contexto de la crisis sanitaria global provocada por la COVID-19, que «las crisis generalmente ocurren no porque sean impredecibles, sino porque no se predicen» , fruto de la miopÃa y sobre confianza que los economistas han transmitido en sus narrativas, descripciones, explicaciones y justificaciones teóricas, que recurrentemente han obviado o minimizado la relevancia y capacidad de distorsión de los muchos «puntos ciegos» presentes en los modelos de la teorÃa económica. Rodrik ofrece una narrativa alternativa basada en dos ideas básicas: (i) los mercados y los gobiernos son complementarios, no sustitutivos; y (ii) el capitalismo no se circunscribe a un único modelo, viene con diferentes sabores. E insiste en que, a diferencia de lo que predica el «mantra mainstream», ni los mercados son siempre eficientes, ni la innovación financiera traslada los riesgos a los agentes más capaces de gestionarlos, ni la autorregulación es la solución, ni la intervención de los gobiernos es, por defecto, dañina e ineficaz. Señala que la responsabilidad de los economistas existe en la medida en que son los «arquitectos del contexto intelectual en el que las polÃticas domésticas e internacionales se diseñan e implementan» y los encargados, asimismo, de interpretar los éxitos y fracasos.
Parte sustantiva de los problemas derivados de la globalización subyace en la carencia de reglas de juego e instituciones polÃticas internacionales con la legitimidad de las existentes en los mercados nacionales, de modo que los mercados globales, en palabras de Rodrik, sufren de una gobernanza muy débil y, por ende, se caracterizan por su tendencia a la inestabilidad, la ineficiencia y una pobre legitimidad popular. Este desequilibrio entre el alcance nacional de los gobiernos y la naturaleza global de los mercados constituyen el talón de Aquiles de la globalización, máxime cuando ésta se ha convertido en un fin en sà mismo, y no un medio para alcanzar mejores cotas de bienestar.
Ese Talón de Aquiles de la globalización queda modelizado por Rodrik en un «trilema» -situación en la que debemos elegir entre tres opciones, que son o aparentan ser contradictorias entre sÃ, o conducen a resultados distintos- que hoy sigue más vigente incluso que cuando lo expuso por primera vez hace casi una década. El que Rodrik nos presenta enfrenta tres conceptos: la globalización económica, la democracia polÃtica y la soberanÃa nacional. Acompañados de una restricción: no es posible conciliar la hiperglobalización con democracia y soberanÃas nacionales, todo al mismo tiempo y con la máxima intensidad.
Rodrik plantea que podemos aspirar a tener hiperglobalización y democracia polÃtica a escala global, con reglas e instituciones para una nueva gobernanza, pero a costa de la soberanÃa nacional. O podemos aspirar a mantener nuestra plena soberanÃa y la democracia polÃtica, pero sin integrarnos en el mundo. O podemos estar plenamente integrados en la lógica de la globalización económica, manteniendo un alto nivel de control polÃtico interno, pero sin democracia polÃtica, o sea sin legitimidad social para tener capacidad de cuestionar, discutir y pactar las reglas que se deriven de los impactos y las consecuencias de esa integración económica a escala global.
Las opciones factibles son, por tanto, o limitar la democracia, o limitar la globalización, o globalizar la democracia. Un ejemplo a nivel regional de la última opción lo representa la Unión Europea, pero Rodrik anticipa que ese federalismo a nivel global no será posible, en el mejor de los casos, en el presente siglo. De hecho, hoy nos encontrarÃamos atrapados en una zona incómoda justo entre los tres nodos del trilema.
En definitiva, apunta que «las democracias tienen el derecho de proteger sus acuerdos sociales, y cuando este derecho se contrapone o enfrenta con los requisitos de la economÃa global, son estos segundos los que deben dejar paso al primero». Para ello, ofrece siete principios «sensatos» para una nueva (y sana) globalización sustentada en un capitalismo 3.0 inspirado en una actualización, para el siglo XXI, del paradigma de Bretton Woods.