Tres décadas decisivas
Enero de 2018 «De no mediar decisiones de polÃtica económica que incrementen de forma significativa la inversión en Europa y en nuestro paÃs, el ritmo de aumento de la renta per cápita entrará en una senda de mayor debilidad a la observada en aquellos primeros veinte años»Me voy a tomar una licencia: comentaré un libro elaborado por los profesionales de Afi: «1987-2017 España. Transformaciones económicas, financieras y sociales». Pero confieso que igualmente me habrÃa ocupado de él si fueran otros los autores: el periodo al que da cobertura es probablemente el más sugerente de la historia moderna de nuestro paÃs, tanto desde una perspectiva económica como polÃtica y social. Comprenderá el lector que una justificación adicional para bucear en esas tres décadas sea que las mismas coinciden con la vida de Afi, un proyecto en el que nos embarcamos tres profesores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) convencidos de que el entorno serÃa cómplice de esa singular empresa. No voy a extenderme más en comentar esa aventura empresarial tan cercana, solo rastrearé algunos de los episodios más significativos del periodo, procurando destacar aquellos con mayor margen de influencia en la realidad actual. Dos, fundamentalmente, el avance en la convergencia real durante las dos primeras décadas y la permanente asignatura pendiente de nuestra economÃa, la productividad.
- Un entorno internacional propicio
Bien podrÃa haber sido 1986 el año de partida, año con el que muchos historiadores definirán el inicio de la fase de homologación formal de la economÃa española con las europeas. El Tratado de Adhesión de España a la entonces Comunidad Económica Europea se firmó el 12 de junio de 1985 y el primer dÃa del año siguiente se hacÃa efectiva la entrada de España. En cualquier caso, esta referencia nos sirve para destacar el primer aspecto, la existencia de un entorno incentivador de la necesaria transformación de la economÃa española, en la dirección de una mayor modernización y homologación con las economÃas más avanzadas de Europa.
Se acababa de firmar el Acta Única Europea que entró en vigor en julio de 1987, por la que se conformaba el Mercado Único. A partir de entonces serÃan esas y las siguientes referencias de perfeccionamiento de la dinámica de integración europea las que actuarÃan como coordenadas en las que inscribir la evolución de la economÃa española. La entrada en el Sistema Monetario Europeo (SME) y la definición del horizonte de la Unión Monetaria actuarÃan como condiciones básicas de la polÃtica económica de nuestro paÃs.
Más allá de una entonces próspera y atractiva Europa, el conjunto de la economÃa global también fue un cómplice activo de la transformación de nuestra economÃa en estos años. Fue la fase conocida como «La Gran Moderación», sin grandes sobresaltos en el crecimiento global y polÃticas monetarias favorables a la expansión. Una etapa, recordemos, que avaló las presunciones más optimistas de algunos profesores de macroeconomÃa y la laxitud de algunos reguladores financieros.
- Convergencia real
Quizás la forma más sintética de ilustrar la trasformación de la economÃa española en estos años sea observar la evolución del principal indicador de bienestar, la renta por habitante. Aumentó y también lo hizo su convergencia con las economÃas más avanzadas de nuestro entorno. Ese era el principal estÃmulo para asumir los retos que las sucesivas fases de la integración europea demandaban. Como señalan Daniel Fuentes y VÃctor EchevarrÃa en su capÃtulo, en 1987, el PIB per cápita de España se situaba en unos 14.620 euros (precios constantes de 2010), mientras los de Alemania, Francia e Italia equivalÃan a 22.994, 22.365 y 21.371 euros respectivamente. La última estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúa en 25.000 euros esa renta per cápita española en 2017, a pesar de la inflexión registrada en los años de la última crisis.
Es verdad que esas transformaciones más impulsoras de la convergencia real tienen lugar fundamentalmente durante las dos primeras décadas. La tercera bien podrÃa considerarse como «la década pérdida», debido al impacto diferencial que la crisis de 2007 ha tenido y sigue teniendo en nuestra economÃa. Nada que ver esta inflexión en la generación de bienestar con la crisis que sobrevino en 1993, de fácil superación. De no mediar decisiones de polÃtica económica que incrementen de forma significativa la inversión en Europa y en nuestro paÃs, el ritmo de aumento de la renta per cápita entrará en una senda de mayor debilidad a la observada en aquellos primeros veinte años.
De la mano del desarrollo del mercado único europeo, son años de una intensa apertura al exterior, de entrada de importantes flujos de inversión extranjera directa y, muy especialmente, de modernización de las infraestructuras apoyadas en los fondos europeos. Esa presencia de empresas multinacionales contribuyó a que la empresa española se desperezara, se modernizara y avanzara en sus decisiones de internacionalización. La intensidad del dinamismo exportador no pude ocultar el mayor crecimiento de las importaciones, hasta el punto de derivar en un desequilibrio difÃcilmente sostenible en 2007.
De los rasgos de estas tres décadas tampoco puede pasarse por alto el aumento del sector servicios en la determinación del Valor Añadido Bruto (VAB) de nuestra economÃa, una tendencia genérica en la economÃa global, pero más acentuada en la nuestra. Esa terciarización asciende desde el 60% del VAB en 1987 hasta el 74% de 2017, incluyendo en esa senda la erosión en el peso de los servicios financieros como consecuencia de la crisis de 2007. El sector primario baja a la mitad su participación, desde el 6% al 3%. La industria por su parte cae al 18% del VAB desde el 25% hace treinta años.
- Productividad pendiente
También en relación con la productividad, ese componente esencial para el crecimiento de calidad, la economÃa española se singulariza. En estas tres décadas, dos han sido los rasgos básicos de la misma: baja contribución al crecimiento económico y crecimiento muy reducido de la misma. Antes del 2007 la productividad española creció un 0,8% de media, muy por debajo de las economÃas de nuestro entorno. Luego, tras el inicio de la crisis, es verdad que ha crecido, pero reflejando no tanto mejoras en las dotaciones de capital fÃsico o tecnológico, ni en la productividad total de los factores, sino el descenso del empleo.
1987-2017 | 2008-2017 | ||||||||||||||||
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Fuente: Daniel Fuentes y VÃctor EchevarrÃa, en el libro Afi (2017), 1987-2017 España. Transformaciones económicas, financieras y sociales, Ediciones Empresa Global, Madrid. | |||||||||||||||||
Estados Unidos | 1,8 | 0,9 | |||||||||||||||
Reino Unido | 1,8 | 0,2 | |||||||||||||||
Japón | 1,7 | 0,5 | |||||||||||||||
Francia | 1,5 | 0,5 | |||||||||||||||
Alemania | 1,5 | 0,2 | |||||||||||||||
Italia | 1,3 | -0,2 | |||||||||||||||
España | 1,3 | 3,1 |
Esta es una de las asignaturas pendientes para seguir homologando a la economÃa española con las más avanzadas. En cierta medida consecuencia de ella es la necesidad de avanzar en la reducción de la brecha de bienestar, de la desigualdad en la distribución, que la última crisis ha dejado. Ojalá que en el próximo libro de Afi podamos dejar constancia de esas imprescindibles consecuciones. Por el momento, solo me queda renovar la invitación a leer la obra completa de la que estas notas han surgido.