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El cisne dorado

Octubre de 2021 Que nuestros euros se convirtiesen en ceniza cuando nos los extraen del bolsillo con malas prácticas sin que opongamos la firmeza necesaria.

¿Se imaginan un mundo moral regido por un cisne de plumaje de oro? Eso sí que es raro, no lo del cisne negro, que abunda. The Golden Swan es el enternecedor título de una no menos enternecedora historia infantil con moraleja moral, valga la redundancia.

Cuenta la pequeña historia que un cisne de plumas de oro se compadeció de una familia muy pobre que vivía cerca de un estanque en el que aquel abrevaba. Empezó por dejarles una de sus plumas de oro para que, vendiéndola, pudiesen llevar una vida más confortable. Llegó un día en el que trataron de capturar al cisne para quedarse con todas sus plumas. En ese momento, las plumas recobraron su verdadera naturaleza y los sueños de riqueza de la familia se esfumaron. El cisne se alejó del estanque advirtiendo «nunca seáis avariciosos».

No existe esta especie de cisne, el género Cygnus no da para tanto, pero más valiera. Porque lo que sí es frecuente de ver son las conductas avariciosas. Para un cisne que pudiéramos necesitar, va y no existe.

Una mala variante de este pecado capital de la humanidad es la avaricia corporativa o profesional. Es difícil saber si esta conducta se da más en unos colectivos que en otros, pero, con motivo de la crisis financiera de 2008 cobró especie en el cuerpo social la excesiva avaricia de las entidades financieras, los gestores de patrimonios y otros agentes financieros.

El adjetivo greedy se generalizó en las crónicas de la época en los más conspicuos medios especializados, no digamos en los populares. Timothy Geithner, entonces Secretario del Tesoro de los EE. UU., dijo en un discurso en 2012 [1]«Most financial crises are caused by a mix of stupidity and greed and recklessness and risk-taking and hope ... You can´t legislate away stupidity and risk-taking and greed and recklessness. What you can do is make sure when it happens it does not cause too much damage and to do that you have to make sure you have good rules against fraud and abuse, better protections and you force banks to hold more capital against their risk».

Bueno, lo que también se puede hacer es reforzar los principios morales de la sociedad situando su defensa y práctica en lo alto de la agenda educativa. Lo que lleva tiempo, claro. Si la avaricia fuese tan rara como la inteligencia de Albert Einstein tampoco estaríamos seguros. El parachoques de la avaricia en los campos económico y financiero es la alfabetización en estas materias.

Una de las mejoras políticas estructurales que existen es la política de defensa de la competencia. Lo hemos dicho muchas veces y observamos que brilla por su ausencia. También es una de las mejores formas de evitar la avaricia de los agentes que dominan los mercados en los que por fuerza tenemos que actuar, con regulaciones adecuadas.

Más allá de los mercados financieros es fácil observar que en muchos otros mercados la agresividad de los agentes comerciales es creciente ante la impotencia de los consumidores. Es frecuente que te entre una llamada desde un call centre haciéndote «ofertas imbatibles» mientras estás comiendo, sin que lo hayas solicitado, desde luego. Haciendo un uso lucrativo de tus datos personales (número de móvil). En muchas de estas llamadas, el manejo de la información relevante roza la confusión y amplía la brecha de la información asimétrica. La urgencia y la insistencia a las que se te somete no son aceptables.

Pero son delitos menudos, que quedan para la crónica del momento en que te pillan. Al parecer, no suscitan la preocupación de las autoridades de defensa del consumidor, no solo de la competencia.

La avaricia profesional o corporativa no consiste solo en sacarte el dinero del bolsillo con precios o comisiones abusivas. También se ejerce mediante la agresividad comercial contra todo estándar de privacidad, o en forma de acoso para que aceptes esta o aquella oferta casi llamándote estúpido por no hacerlo o forzándote a citas sucesivas. Nunca como ahora ha sido invasiva esta actividad y las autoridades deberían de ponerle coto. Ahora bien, llame Vd. a un 902 y verá la rapidez con la que atienden, si es que no le meten en un laberinto telefónico sin salida.

Qué bueno sería que existiesen cisnes dorados que no se dejasen desplumar como los pollos que somos los consumidores cuando no hay verdadera competencia. O «Ni pa ti» por avaricioso, «ni pa mí» por consentírtelo. Siempre podemos votar con los pies.

Para terminar, como la historia del Cisne Dorado no es creíble, les cuento otra mucho más cercana. En la suave campiña de la Inglaterra rural se pueden encontrar muchos pubs que llevan por nombre The Golden Swan, ¿se imaginan una pinta de rubia cerveza en un placentero atardecer de verano? Eso sí que es vida, y no es tan raro de ver. El Cisne Dorado existe.


[1] La mayoría de las crisis financieras son causadas por una mezcla de estupidez, codicia, imprudencia, asunción de riesgos y esperanza... No se puede legislar para eliminar la estupidez, la asunción de riesgos, la codicia y la imprudencia. Lo que puede hacer es asegurarse de que cuando suceda no cause demasiado daño y para ello debe asegurarse de tener buenas reglas contra el fraude y el abuso, mejores protecciones y obligar a los bancos a retener más capital contra su riesgo.


José Antonio Herce es socio de LoRIS