No dejemos a nadie atrás
Febrero de 2021 Tenemos que trabajar en cuatro direcciones: hacer uso del big data y de la información en tiempo real, invertir más en tecnología, apostar por la innovación, y llevar a cabo políticas y medidas adecuadas.«No Dejar a Nadie Atrás» es la promesa central y transformadora de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), compromiso firme de todos los Estados miembros de Naciones Unidas de erradicar la pobreza en todas sus formas, poner fin a la discriminación y la exclusión, y reducir las desigualdades y vulnerabilidades que socavan el potencial de las personas y de la humanidad en su conjunto. El ODS nº 2, «Hambre Cero», está sin duda en la base de este esfuerzo, siendo la correcta alimentación de la población mundial condición estrictamente necesaria para alcanzar el resto de los objetivos de la Agenda.
Pero, en la práctica, cinco años después de la adopción de los ODS y de que el mundo se comprometiera a poner fin a la inseguridad alimentaria, no se han realizado progresos suficientes en ninguno de los indicadores para alcanzar este objetivo en 2030 ni se ha analizado cómo interactúan estos resultados con los otros ODS.
La estimación más reciente para 2019 muestra que incluso antes de la pandemia, casi 690 millones de personas, es decir, el 8,9% de la población mundial, estaban subalimentadas.
Muchas amenazas condicionan las posibilidades reales de alcanzar estas metas; el cambio climático y los desastres naturales socavan los resultados. Asimismo, los conflictos y la desaceleración de la economía también obstaculizan y condicionan los esfuerzos llevados a cabo para acabar con el hambre.
En este contexto, estamos además asistiendo a la peor crisis económica desde la Gran Depresión, consecuencia directa de la trágica pandemia mundial que ha provocado la inesperada pérdida de una década de progreso en la reducción de la pobreza, con 115 millones de personas que se han sumado a la bolsa de la pobreza extrema solo en este periodo de crisis. El número de personas que padecen hambre aumenta, mientras la pandemia exacerba la desigualdad. Casi 130 millones de personas más se encuentran ahora, a causa de la Covid-19, en riesgo de sufrir hambre; y los sistemas alimentarios, que emplean directamente a 1.300 millones de personas, están a punto de perder más de 451 millones de puestos de trabajo.
El sector primario y la industria agroalimentaria han resistido bien hasta ahora y las cadenas de suministro mundiales han funcionado correctamente en todo momento. Además, los flujos de inversión en futuros de trigo, maíz, arroz y soja no se han visto afectados, principalmente porque la Covid-19 nos ha sorprendido trágicamente, pero con las existencias mundiales de alimentos básicos en su punto más alto. De este modo, no ha habido interrupción de abastecimiento en ninguna parte del planeta y los precios han podido mantenerse estables.
Pero la crisis está haciendo mella en el sector y en aras de la recuperación, tenemos que trabajar en cuatro direcciones: hacer uso del big data y de la información en tiempo real, invertir más en tecnología, apostar por la innovación, y llevar a cabo políticas y medidas adecuadas. Los datos, la innovación y la tecnología pueden transformar los sistemas agroalimentarios para que podamos alimentar a todo el planeta de forma sostenible; y las políticas tendrán que garantizar una transformación inclusiva. Asimismo, se podría incrementar aún más la resiliencia de los sistemas agroalimentarios para minimizar los riesgos (vulnerabilidades) y gestionarlos de la mejor forma cuando éstos se materializan (capacidades).