La convergencia real ya no es lo que era
Octubre de 2018 La crisis ha debilitado la identificación de Europa con la prosperidad, ha posibilitado la emergencia de opciones polÃticas desafectas al perfeccionamiento de la integración.Ya lo hemos comentado en diversas ocasiones, aunque la crisis tuvo su epicentro en el sistema financiero de EE.UU., sus principales daños se localizaron en la eurozona. Esos han tenido diversas consecuencias, no solo económicas, sino también polÃticas y sociales. Han debilitado la identificación de Europa con la prosperidad, han posibilitado la emergencia de opciones polÃticas desafectas al perfeccionamiento de la integración.
Centrándonos en la primera de las dimensiones, el debilitamiento de la convergencia real de los avances en la renta por habitante es el indicador más relevante, al menos por el momento. Las economÃas del sur de Europa, España de forma destacada, tienen asociadas su pertenencia a la UE a reducciones de la brecha en términos de bienestar frente a las más avanzadas. Con razón, el Banco Mundial llegó a etiquetar a la UE como la «máquina de la convergencia»: los flujos de comercio y de financiación, estimulados por una amplia y profunda integración, sin precedentes históricos, generan una convergencia en los estándares de vida entre sus Estados miembros. A ello no fue ajena la fortaleza de sus empresas, las tensiones innovadoras que llevaron a Europa a una posición de liderazgo económico en el mundo. A pesar de que la región no tiene más de una décima parte de la población global, su PIB llegó a representar una tercera parte del mundial. Lleva razón Kristalina Georgieva, la Chief Executive Officer del Banco Mundial, cuando afirma que la marca Europa era un valioso intangible cuando se exhibÃa ese equilibrio entre las fuerzas de mercado y la responsabilidad social. Un equilibrio que también proyectaba un «estilo de vida» propio, envidiable para no pocos ciudadanos no europeos y aquellos otros europeos que no habÃan conseguido acceder a las instituciones.
La crisis interrumpió esa tendencia a la prosperidad explÃcita en los últimos 60 años, desde luego en las economÃas del sur, y en menor medida en aquellas que se incorporaron a la UE más tardÃamente, las provenientes del este de Europa. La desigualdad entre paÃses se ha ensanchado, y con ella el desencanto de franjas importantes de población. La división, según muestra el análisis del trabajo «Growing United» del Banco Mundial. Dos factores de división emergen. Una divergencia suficientemente explÃcita en los registros de productividad entre paÃses y regiones, por un lado, y un aumento en la desigualdad en la distribución de la renta de las familias, por otro.
La razón del primero es el desigual comportamiento de la Productividad Total de los Factores (PTF), manifiestamente débil en las economÃas del sur, aquellas que tras su adhesión se habÃan revelado como «las estrellas de la convergencia», como se aprecia en el gráfico adjunto. La calidad de las instituciones, la menor participación de los trabajadores bien cualificados, el acceso limitado a los mercados, la calidad de la función empresarial, entre otros, son factores que explican ese peor comportamiento de la PTF. Además, las economÃas del sur tienen mayores proporciones de población envejecida.
Estos niveles de productividad del sur manifiestamente inferiores a los de las economÃas del norte explican en gran medida el estancamiento, cuando no el retroceso en la convergencia real, en términos del PIB por habitante. La reducción del empleo y los bajos niveles de inversión, más pronunciados que en otras economÃas avanzadas, explican el pobre comportamiento de la PTF.
El segundo rasgo inquietante, consecuencia de la paralización de la convergencia real, es el aumento de la desigualdad en la distribución de la renta, que no ha dejado de aumentar en la mayorÃa de los paÃses de la UE desde los 90, pero de forma más pronunciada en las economÃas del sur, a partir del inicio de la crisis. En realidad, la recuperación de la crisis no ha supuesto avances en la convergencia real ni un freno a la desigualdad. Las economÃas sureñas tienen distribuciones más desiguales que el promedio de la OCDE.
La gran cuestión en un momento tan complicado como el actual, para Europa y, en general, la economÃa internacional, es qué actuaciones deberÃan llevarse a cabo para que la UE volviera a ser esa «máquina de convergencia» hoy gripada. De no tomar cartas en el asunto, los riesgos son elevados, fundamentalmente los asociados a la tentación centrÃfuga que subyace en algunas fuerzas polÃticas que no han dejado de disponer de mayor apoyo ciudadano en los últimos años.