La empresa española: un camino de logros y retos
Abril de 2018 Los cambios sociales, económicos y políticos de los últimos 30 años han repercutido en las empresas españolas. El futuro y la evolución de las compañías se han de dirigir en la especialización productiva, la diversificación de ingresos y en la creación de un tejido empresarial más sólido, innovador y resiliente.La evolución de la empresa española en los últimos 30 años ha estado ligada a los cambios de carácter social, económico y político de nuestro entorno. Las empresas, como organizaciones y parte de la sociedad, son un sistema vivo que, como tal, cuenta con la capacidad para adaptarse a los cambios en su entorno. Así lo demuestra el análisis de la empresa española en estas tres últimas décadas, en los que se observa un proceso de cierta convergencia hacia las dinámicas del entorno europeo y un proceso de revisión del modelo de crecimiento.
En este sentido, es muy relevante el avance que, especialmente desde el ingreso de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986, ha experimentado nuestra economía en su proyección exterior. La adopción de la moneda única europea en 2002, junto con la consolidación de los bajos tipos de interés y la mejora en las condiciones de la financiación de las empresas, fomentaron la reorientación del tejido empresarial hacia mercados exteriores y la ejecución de procesos de innovación.
El porcentaje de empresas exportadoras se ha más que duplicado desde 1990 pasando de representar una proporción del entorno del 30% a un porcentaje superior al 70% en la actualidad[1]. Aunque, por motivos de proximidad y de facilidades al comercio, la mayoría de exportaciones se encuentran orientadas hacia países de la Unión Europea, España destaca por ser una de las economías europeas que más ha diversificado el destino final de sus exportaciones.
En cuanto a la reorientación de la especialización productiva, el peso de los diferentes sectores en España sobre el valor añadido bruto (VAB) refleja una evolución bastante similar a la registrada en el resto de países del entorno europeo, aunque más acentuada para algunos sectores como la construcción y el sistema financiero. Estos sectores, que crecieron con intensidad durante el decenio previo de la crisis, son los que en términos comparados habrían sufrido también un mayor ajuste relativo, experimentando una reducción en su importancia sobre el PIB del 38% y 17% respectivamente en 2016 frente a sus niveles de 1996.
También se observa un mayor crecimiento en las actividades profesionales, científicas y técnicas para el mismo periodo en España (56%) que en la UE-12 (22%) si bien su peso sobre el PIB continúa siendo más reducido (8,7% frente 11,1%).
En clara sintonía con el resto de países europeos, la agricultura ha ido cediendo peso en la estructura productiva en los últimos treinta años, pasando a representar tan solo un 2,6% del PIB de 2016 (ligeramente superior al peso del 1,5% promedio de la UE-12) y con una aportación al crecimiento del 0,11%.
También se han producido cambios, especialmente en el periodo más reciente, en el modelo de financiación de las empresas. España, al igual que la mayoría de economías europeas a excepción del Reino Unido, se ha caracterizado tradicionalmente por tener un modelo de financiación apoyado fundamentalmente en la financiación bancaria, que ha sido proveedor de una manera eficaz y, hasta la reciente crisis, prácticamente ilimitada, de financiación para las empresas.
No obstante, durante la crisis financiera de 2007, se pusieron de manifiesto los aspectos más negativos ligados a la elevada bancarización de la economía, al trasladarse rápidamente a la economía real la contracción en el crédito bancario a través de unos menores niveles inversión, una presión al alza en los niveles de morosidad y una mayor tasa de mortalidad empresarial.
La falta de acceso a la financiación bancaria permitió generar interés en las empresas por desarrollar las capacidades para acceder a estos nuevos proveedores de financiación y permitió el desarrollo de nuevos esquemas de financiación con una mayor participación del inversor en la financiación de las empresas.
De este modo, en el último quinquenio, un número creciente de empresas han accedido tanto a los mercados de capitales, a través del Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), como a fondos de deuda privada, o direct lending, para obtener financiación, y se ha registrado un crecimiento récord de los niveles de inversión por parte de entidades de capital riesgo.
No obstante, el nivel de penetración de estas fórmulas en los balances de las empresas es todavía reducido en términos medios, al encontrarse limitado a empresas de tamaño medio y grande. Y es que uno de los aspectos que siguen determinando el modelo económico español es el tamaño reducido de las empresas, con en torno a un 96% del total de empresas clasificadas como microempresas (de 0 a 9 empleados) y tan solo un 0,1% del total de empresas españolas clasificadas grandes (más de 250 empleados).
Entre los aspectos más negativos asociados a un menor tamaño de las empresas destacarían: un acceso más limitado a la financiación, un crecimiento más lento, y una mayor tasa de mortalidad (según datos de Eurostat para 2013, la tasa de supervivencia de las empresas españolas a su primer año de creación es del 70% frente a una tasa próxima al 90% si se consideran las empresas constituidas con más de 10 asalariados).
Por ello es importante que el futuro de la evolución de la empresa española esté dirigido a afianzar los importantes avances registrados en la especialización productiva y en la diversificación en sus fuentes de ingresos, pero también a crear los mecanismos necesarios para incrementar el peso de la mediana y gran empresa de cara a crear un tejido empresarial más sólido, con mayor capacidad de innovación y crecimiento y con una mayor resiliencia a situaciones adversas.
[1] Según datos de la Encuesta sobre Estrategias Empresariales del Ministerio de Industria.