Veinte años de convergencia y una década perdida. Renta per cápita 1987 - 2017
Junio de 2017 La gradual convergencia de la renta per cápita española con el promedio de la UE en los últimos treinta años está directamente relacionada con la adhesión de España a la CEE en 1986 y con la incorporación a la UEM en 1999. La crisis financiera internacional de 2008 ha estado a punto de malograr el avance efectuado en las dos décadas precedentes.Pocos indicadores son tan sustantivos a la hora de evaluar el progreso económico como la renta per cápita. En este sentido, la transformación de la economía española en las tres últimas décadas es un ejemplo exitoso no sólo de crecimiento, como ha ocurrido de manera global, sino de notable convergencia con las principales economías de nuestro entorno que, recordémoslo, estaban hace treinta años entre las más prósperas del planeta.
En 1987, el PIB per cápita de España se situaba en unos 14.620 euros1, mientras los de Alemania, Francia e Italia equivalían a 22.994, 22.365 y 21.371 euros respectivamente, por encima incluso de EEUU. Sólo otras tres economías podían presentar entonces una renta per cápita superior, y las tres encabezaban la clasificación de las economías más prósperas del mundo por aspectos idiosincráticos que han conservado hasta el presente: Luxemburgo (27.039 euros), Suiza (24.732) y Noruega (24.716).
No cabe duda de que la gradual convergencia de la economía española con las de Alemania, Francia e Italia en los últimos treinta años está directamente relacionada con dos hitos mayores en la Historia económica reciente: la adhesión como miembro de pleno derecho a la Comunidad Económica Europea en 1986 y la incorporación a la Unión Económica y Monetaria en 1999.
La apertura definitiva de España al comercio internacional, el desarrollo del mercado común europeo, la modernización de las principales infraestructuras de comunicación (financiadas, en buena medida, con cargo a los Fondos de Cohesión europeos) y la entrada masiva de inversión extranjera directa a partir de la segunda mitad de los años 80 explican en buena medida el incremento de la renta per cápita experimentado por nuestra economía en las tres últimas décadas.
Dos episodios han venido a interrumpir la convergencia con Europa durante este tiempo. El primero, la recesión económica de 1993, fue moderadamente intenso y de corta duración (en 1995 ya habíamos recobrado la senda de convergencia perdida). El segundo episodio, especialmente virulento, tiene su origen en la crisis financiera internacional de 2008 y ha estado a punto de malograr el avance efectuado en las dos décadas precedentes.
El PIB per cápita de España ha pasado de los citados 14.620 euros en 1987 a unos 25.000 euros estimados por el FMI para 2017, lo que supone un incremento acumulado del 67%, pese a las severas cicatrices que la crisis de 2008 ha dejado tras de sí. Por su parte, el PIB per cápita de Alemania, que en este tiempo se ha desmarcado como la primera potencia económica europea, ha progresado un 55%, frente al 44% de Francia y el 22% de Italia. Si ponemos en relación estas tasas de crecimiento, se tiene que el PIB per cápita de España ha pasado de representar el 65,4% de Alemania, el 63,4% de Francia y el 68,4% de Italia, hace treinta años, al 70,5%, 73,8% y 93,9% respectivamente en la actualidad.
Vista así, la convergencia de España con las principales economías europeas puede parecer relativamente modesta (mención especial merecería el caso de Italia, que durante este tiempo ha perdido el paso de Alemania y Francia). No obstante, para obtener una imagen fiel de lo ocurrido en estas tres décadas conviene corregir las distorsiones introducidas por los precios internacionales. Estos han sido sustancialmente menores en España que en el resto de grandes economías europeas, como consecuencia de los menores costes laborales en las manufacturas y en los servicios intensivos en mano de obra.
Si se atiende al PIB per cápita expresado en Paridad de Poder de Compra (PPC), el incremento real experimentado por la renta por habitante alcanza el 218% en España, frente al 174% en Francia, 195% en Alemania y 131% en Italia. En un periodo en que las economías más prósperas del mundo, entre las comparables, casi han triplicado su renta per cápita real, la economía española tan sólo necesitó 14 años (los que van de 1987 a 2001) para completar su convergencia con el promedio de la UE. Partiendo de una ratio del 86,9% de la renta europea en 1987, el PIB per cápita en PPC de la economía española alcanzó un máximo del 100,7% en 2003. Posteriormente, como consecuencia de la crisis de 2008 - 2009 y de la posterior recaída de 2011 - 2013, peculiarmente europea esta última, los 13,8 puntos de convergencia logrados entre 1987 y 2003 se redujeron hasta apenas 2,5 puntos en 2013, referencia observada en 1989.
En la actualidad, el fuerte crecimiento de la economía española está permitiendo recuperar parte del terreno perdido. El efecto rebote tras la última recesión, los bajos tipos de interés como consecuencia de la política monetaria del Banco Central Europeo, la evolución favorable del tipo de cambio, el precio del petróleo, la moderación salarial y la inestabilidad geopolítica en algunos de los principales competidores del sector turístico permiten explicar, en gran parte, el mayor crecimiento de la economía española en relación al área euro. Así, se espera que el PIB per cápita en PPC de España se sitúe en el 93,6% de la UE a cierre de 2017; todavía lejos del 100,7% alcanzado en 2003, pero 4,1 puntos porcentuales mejor que en 2013.
Un rasgo característico del proceso de convergencia de la economía española es que ha venido sustentado por un crecimiento económico que, siendo notable, adolece de un marcado carácter pro-cíclico. En fases de expansión, la economía española tiende a acumular grandes desequilibrios macroeconómicos que terminan por pasar factura de manera especialmente intensa en las fases de recesión. Entre 1987 y 2007, el PIB per cápita en PPC de España creció al 5,1% en promedio anual (4,5% en UE), experimentó un retroceso del -0,6% anual entre 2008 y 2013 (+1,1% en UE) y viene expandiéndose al 4,7% desde 2014 a 2007 (3,3% en UE).
Corregir esta tendencia procíclica, con una mejor adecuación de las políticas económicas necesarias en cada momento, destinadas a evitar el recalentamiento en fases expansivas y a amortiguar el impacto de las fases recesivas; mantener una competitividad precio que no penalice la mejora sostenida del poder adquisitivo de los salarios, algo que pasa por lograr mejoras en la productividad (innovación, digitalización, especialización sectorial, gestión empresarial, mayor tamaño de nuestras PYMES); y velar por una distribución de la renta más equitativa son algunos de los desafíos que, de ser exitosos, deberían permitir un aumento sostenido de la renta per cápita, un crecimiento más inclusivo que el actual y una progresiva convergencia con el promedio europeo.
1 Precios constantes de 2010 (IMF WEO Database).