La bancarización: un éxito a medias
Octubre de 2024 Este año, el porcentaje global de adultos con acceso a una cuenta bancaria alcanzó un 76%, según datos del Banco Mundial.Este año, el porcentaje global de adultos con acceso a una cuenta bancaria alcanzó un 76%, según datos del Banco Mundial[1]. Un éxito que, sin embargo, no cuenta toda la historia. Acceder a una cuenta no significa, necesariamente, saber usarla de manera adecuada. Ahí radica el reto: la bancarización ha avanzado, pero la educación financiera sigue siendo la gran olvidada. Un desafío silencioso que, si no se aborda, amenaza con deshacer buena parte de los avances logrados en la inclusión financiera.
Hace más de una década, la narrativa era clara: el acceso a servicios financieros formales debía ser universal. Cuentas bancarias, billeteras digitales y tarjetas de crédito se posicionaban como herramientas indispensables para promover la inclusión. Sin embargo, las estadísticas revelan un problema subyacente: el acceso no garantiza comprensión ni un uso efectivo de esas herramientas. La OCDE[2], en un reciente informe, desvela que solo un 38% de los adultos en economías avanzadas poseen conocimientos financieros básicos. Este porcentaje desciende aún más en economías emergentes, donde la falta de entendimiento de conceptos esenciales, como la inflación o la planificación financiera a largo plazo, afecta a más del 70% de la población.
Acceso sin control: cómo la falta de educación puede volverse en contra
El acceso sin formación, sin un acompañamiento educativo, puede llevar a que muchos usuarios se encuentren desorientados, vulnerables a decisiones erróneas y, en el peor de los casos, atrapados en dinámicas de endeudamiento. En España, por ejemplo, un estudio de Funcas reveló que más del 40% de los hogares no logran ahorrar mensualmente, a pesar de tener acceso a servicios financieros[3]. El problema no está en la oferta de productos, sino en la capacidad de las personas para gestionar sus finanzas de manera adecuada y planificada.
Es crucial recordar que la educación financiera no se trata solo de saber cómo abrir una cuenta bancaria o hacer una transferencia. Se trata de dotar a las personas de las herramientas necesarias para entender cómo gestionar su dinero en un entorno cada vez más digitalizado y complejo. Las billeteras electrónicas, las criptomonedas y las tarjetas de crédito han dejado de ser simples medios de pago para convertirse en instrumentos financieros con implicaciones a largo plazo, que requieren de un uso responsable y bien informado.
La exclusión digital: la nueva barrera invisible
Pero hay un nuevo reto emergente que complica aún más la situación: la exclusión digital. Si bien la digitalización ha democratizado el acceso a los servicios financieros, también ha generado nuevas barreras. Cerca del 30% de los adultos en todo el mundo siguen sin acceso a una cuenta bancaria, según el Global Findex. Peor aún, muchos de los que sí tienen una cuenta no la utilizan de forma activa por falta de conocimientos financieros. Esta exclusión digital puede agravar aún más las desigualdades económicas, especialmente en regiones donde el acceso a internet y a tecnologías digitales es limitado.
Frente a este panorama, algunas iniciativas gubernamentales están tomando cartas en el asunto. En Brasil, por ejemplo, el Banco Central ha lanzado un programa que busca educar a la población sobre la seguridad en los pagos digitales[4]. México ha seguido un camino similar con la plataforma "Educación Financiera Banxico"[5], que ofrece recursos interactivos para enseñar a la población sobre la gestión de pagos y la prevención de fraudes. Sin embargo, estas iniciativas, aunque necesarias, no son suficientes.
Educación financiera: la asignatura pendiente
El sector privado también tiene un papel clave en este proceso. Las fintech, los bancos y los proveedores de servicios de pago deben asumir la responsabilidad de educar a sus usuarios. Integrar módulos de formación financiera dentro de las plataformas digitales puede ser un primer paso. Aplicaciones que analizan los hábitos de consumo de los usuarios y proporcionan recomendaciones personalizadas pueden ayudar a que las personas gestionen mejor sus finanzas. Sin embargo, esto debe ser parte de un esfuerzo más amplio, que abarque desde la alfabetización digital hasta la protección contra fraudes.
Es imprescindible que los gobiernos, en colaboración con las empresas, promuevan políticas públicas que incorporen la educación financiera desde una edad temprana. En un mundo cada vez más digital, enseñar a las personas a gestionar su dinero es tan esencial como cualquier otra habilidad básica. Sin embargo, la falta de un enfoque sistemático hace que el avance en este campo sea lento.
Tecnología sin educación: un futuro incierto
Las fintech y los bancos juegan un papel fundamental en la alfabetización financiera. No basta con facilitar el acceso a cuentas bancarias o tarjetas de crédito; el desafío está en educar a las personas sobre cómo usar estos productos de manera responsable. Aplicaciones de pago que incorporan análisis de hábitos financieros, alertas sobre posibles riesgos de endeudamiento o recomendaciones personalizadas son pasos en la dirección correcta, pero es necesario un esfuerzo sostenido y colaborativo para que esta educación sea realmente efectiva.
A medida que nos adentramos en una era cada vez más digital, la inclusión financiera no se logrará únicamente a través de la tecnología. El verdadero éxito dependerá de nuestra capacidad para empoderar a las personas con el conocimiento necesario para tomar decisiones informadas y responsables. Porque, al final, la clave no está en cuántas herramientas tenemos a nuestra disposición, sino en cómo las utilizamos.
Sin educación, no hay inclusión: el pilar que falta en la digitalización
El reto silencioso de la educación financiera está ahora en nuestras manos. A medida que avanzamos hacia una sociedad sin efectivo, la verdadera inclusión financiera no se logrará solo a través de la tecnología, sino asegurando que todas las personas puedan tomar decisiones financieras informadas y responsables. Porque, al final, no se trata de la cantidad de herramientas disponibles, sino de cómo las utilizamos. Solo a través de una educación financiera adecuada podremos asegurar que los avances tecnológicos no dejen a nadie atrás y que todos, sin importar su nivel de ingresos o conocimientos, puedan participar plenamente en la economía digital.
[1] World Bank Global Findex Database 2021.
[2] OCDE/INFE Financial Literacy and Inclusion.
[3] Funcas - Informes sobre ahorro y consumo.
[4] https://www.bcb.gov.br/cidadaniafinanceira
[5] https://educa.banxico.org.mx