Uso de cookies

Este sitio web solo utiliza cookies técnicas propias obligatorias con la finalidad de hacer que su navegación sea segura.
Asimismo, utiliza cookies de terceros opcionales para hacer análisis estadístico de las visitas a la web y conocer su usabilidad.
Si desea más información o cambiar la configuración de su navegador, puede visitar nuestra Política de Cookies.
Pulse el botón "Rechazar cookies opcionales" o "Aceptar todas las cookies" para confirmar que ha leído y aceptado la información aquí presentada.

Los bosques en LATAM como motor para la economía y el cambio climático

Octubre de 2023
Uno de los grandes retos y de los temas ambientales que más se discute actualmente es cómo los gobiernos, empresas y ciudadanos podemos contribuir a mitigar y a adaptarnos a los efectos del cambio climático

En algunos círculos el tema gira entorno al cumplimiento del Acuerdo de Paris[1], que busca, entre otras cosas, limitar el incremento de la temperatura mundial a menos de 1.5 grados Celsius desde el periodo pre-industrial.

Uno de los elementos clave para lograr no incrementar la temperatura es modificar a la baja los patrones de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente aquellas derivadas de las actividades humanas [2]. Una de las estrategias más controvertidas, tanto para los gobiernos como las empresas, es la disminución del uso de combustibles fósiles y el ahorro energético, debido a dos razones principales. La primera, que para la mayoría de países el sector energético (que incluye también el transporte) es el principal responsable de emisiones GEI. La segunda, que es una de las industrias en las que todos podemos tener una incidencia a través de acciones tan sencillas como el cambio de focos o electrodomésticos a otros más eficientes energéticamente, el cambio a vehículos híbridos o eléctricos o la mejora en tecnologías que sean más eficientes o que utilicen otro tipo de fuentes de energía, como puede ser el uso de paneles solares.

En esta ocasión, me gustaría centrarme en el sector forestal, por tres motivos. El primero, porque es un sector que no solo nos permite reducir emisiones (al evitar la deforestación o el cambio de uso de suelo forestal para usos agrícolas o urbanos), sino que es el único que tiene el potencial de capturar carbono (CO2) de forma natural, es decir absorber parte de las emisiones de GEI a través del crecimiento de los árboles que almacenan carbono en su estructura. El segundo motivo es que para incentivar la conservación forestal y el incremento de los acervos de carbono (el crecimiento de los bosques) se pueden desarrollar mecanismos financieros que permitan la mejora de la calidad de vida de las comunidades. El tercero es que

El 47% de la superficie de América Latina está cubierta por bosques, que representa el 23% de los bosques del mundo. De estos, casi el 60% son primarios: se encuentran en su estado natural original, en los que no existen indicios de ningún tipo de actividad humana que haya alterado su estructura ecológica original y, por ende, son aquellos que tienen mayor capacidad para absorber carbono.

América Latina es una región de dualidades. Es una región rica en biodiversidad y cultura, que al encontrarse en expansión y crecimiento ha incrementado la demanda de recursos en espacios urbanos, de provisión de servicios y de producción de alimentos que de forma directa e indirecta genera deforestación y con ello un incremento en las emisiones de GEI.

Todo ello no implica que no existan esfuerzos por mantener y conservar los recursos naturales. Simplemente hace evidente la necesidad de compatibilizar las demandas de recursos con las demandas de conservación y adecuado manejo de estos.

Las estrategias que se pueden plantear son diversas. Hablar de mitigación no solo implica que se requiera una transferencia de tecnología para incrementar la eficiencia; se requiere también replantear los esquemas y las políticas de desarrollo considerando el contexto latinoamericano, y en la región esto incluye considerar al sector forestal, no solo en las políticas ambientales o climáticas sino como parte de un eje de desarrollo, considerando las implicaciones que tiene en la provisión de alimentos, la salud, la recreación, la vivienda y, por ende, en la calidad de vida de las personas y el desarrollo económico del país.

Administrar de forma sostenible el uso y el cambio de uso de suelo es fundamental para cumplir con el Acuerdo de París, pero también para cumplir con las metas de carbono cero que algunos países en la región han establecido como su objetivo en 2050. Estrategias conjuntas que incluyan evitar la deforestación y promover la reforestación, la restauración de los bosques y la transición a prácticas agrícolas y ganaderas sostenibles son elementos clave para poder mantener e incrementar los sumideros de carbono. En números, estas prácticas podrían generar reducciones de emisiones a través de sumideros de carbono de aproximadamente 1.1 Giga toneladas de dióxido de carbono por año al 2050. Lo que además tendría impactos económicos positivos y ayudaría a la soberanía alimentaria de los países para esa fecha.

Adicionalmente, que se promuevan estas prácticas sostenibles puede mejorar las estrategias de comercio internacional en la región. Por ejemplo, como parte de las regulaciones de la Unión Europea están en discusión regulaciones que impidan las importaciones de productos que generen deforestación. Por lo que empezar a trabajar con las cadenas de suministro locales será clave, no solo desde el punto de vista ambiental, sino también desde el económico.

Resaltar la importancia del sector forestal en la mitigación al cambio climático debe de venir como parte de un enfoque integral reconociendo su papel como sumidero de carbono, proveedor de recursos naturales, pero también como un motor para la economía de los países.


[1] El Acuerdo de Paris es uno de los instrumentos de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que los países firman y con el cual se comprometen entre otras cosas a realizar acciones para mitigar la emisión de gases de efecto invernadero y promover acciones que permitan a su vez adaptarse a las consecuencias que actualmente vivimos, que entre otras pueden ser incrementos de temperatura, incremento o disminución de temporadas de lluvia, así como en su intensidad.
[2] Por ejemplo, por la quema de combustibles, la producción industrial, las emisiones de metano por el tratamiento de residuos y por la producción agrícola, o por la deforestación.


Zuelclady Araujo, experta en políticas de cambio climático y profesora Afi Escuela México