Laponia XVII: hacia un «sandbox» rural
Octubre de 2020 La aprobación de un «sandbox» rural serÃa toda una declaración institucional de intenciones de dotar al ámbito rural de un ingente atractivo para el emprendimiento, innovador y convencional, tecnológico y social.Los principales paÃses del mundo se han embarcado en un interesantÃsimo experimento regulatorio. Ante la evidencia de que la digitalización desborda la regulación existente en las finanzas, limitando el desarrollo de muchas buenas ideas (y otras tantas start-ups), reguladores y regulados han aceptado meterse en un «arenero» (un sandbox) para generar nuevas regulaciones que preserven los derechos de los consumidores sin cortar las alas al desarrollo. El arenero (figurado) les aÃsla del resto, de forma que fuera de él no puede hacerse nada que viole la regulación vigente y dentro de él se puede hacer de todo hasta que la nueva regulación a prueba determine los nuevos lÃmites y el momento de su generalización. Esta excelente idea ya se está poniendo en práctica para la integración en el mercado de las fintechs (start-ups financieras). SerÃa bueno que se generalizase a la salud, el mercado de trabajo o, por qué no, el ámbito rural.
En su esencia, un sandbox es un entorno regulatorio experimental que desemboca en un nuevo entorno regulatorio mejor adaptado a los avances tecnológicos y en los modelos de negocio. Entre la ausencia de normas y la presencia asfixiante de las mismas caben muchos entornos. El paso de uno a otro es habitual, pero lleva tiempo y tradicionalmente ha supuesto la emergencia de zonas grises en las que se dan simultáneamente redundancias normativas, contradicciones entre normas vigentes y también lagunas normativas. La metodologÃa del sandbox permite controlar el cambio regulatorio teniendo en cuenta los intereses de todas las partes (interés común, regulador, regulados y competidores) y evitando disfunciones regulatorias. Al tratarse de un entorno experimental, los incumplimientos normativos están admitidos como una vÃa de aprendizaje.
Un sandbox rural puede parecer una contradicción en los términos, porque (dirán muchos) la innovación tiene lugar en las grandes empresas o en las grandes urbes, de la mano de la tecnologÃa y, en el caso del sandbox, más concretamente, estamos hablando de fintechs; es decir, start-ups en la frontera de la tecnologÃa aplicada a las finanzas. Obviamente no son estos, mutatis mutandis, los términos en los que se expresarÃa un sandbox rural. Más bien, se tratarÃa de crear un entorno de experimentación regulatoria para resolver una amplÃsima casuÃstica de pequeñas empresas, microempresas y autónomos que actúan en el territorio en imposibilidad de cumplir requisitos administrativos imposibles para su escala o que actúan en el limbo legal ante la imposibilidad de aguantar hasta que les llega una simple licencia de apertura de un local o inicio de la actividad.
Sin descartar en absoluto, porque ya está sucediendo, que avanzadas start-ups dedicadas a la innovación social-rural, a la conectividad y a la movilidad colaborativa, o a la modernización de las actividades agrÃcolas, ganaderas o forestales, se estén encontrando con infinidad de problemas para desarrollar sus actividades; en el ámbito rural, se constata desde hace décadas (¡décadas!) que una pequeña queserÃa artesana, incapaz de cumplir abrumadores requisitos exigibles a una planta industrial de doscientos trabajadores, o un botiquÃn de farmacia rural, que opera desde un local en el lÃmite de la superficie permisible y desea servir a domicilio con intermediarios, o un simple taller de reparaciones de vehÃculos que necesita su licencia de apertura, puedan operar sin agotar su circulante antes de recibir los permisos correspondientes. Menos aún, que puedan sobrevivir a contenciosos con las autoridades competentes.
El mundo rural necesita reglas, como todos. Pero deben ser otras reglas, no las de las grandes unidades productivas. SÃ, las que, sin dejar de proteger a los consumidores, permitan a quienes les abastecen de bienes y servicios una operación eficaz y eficiente, sin sobrecostes o impedimentos por la exigencia de cumplir requisitos imposibles. El establecimiento de estas reglas adaptadas no puede hacerse a «hechos consumados», atravesando contenciosos interminables y costosos, ni arriesgándose a que, en la batalla, o en los comportamientos irresponsables, el fuego cruzado acabe perjudicando a los usuarios. Debe hacerse en un entorno experimental controlado, en complicidad entre los agentes del mercado, eventualmente los innovadores rurales, y sus reguladores. En un sandbox.
Este sandbox rural podrÃa convocarse inmediatamente facultando a las ConsejerÃas pertinentes para establecer una primera selección de casos a tratar, plazos y modalidades, contenidos y protocolos de actuación. En el lÃmite, la «declaración responsable» deberÃa ser el testigo de la voluntad de avanzar, un verdadero icono de la modernidad. Una declaración responsable requiere tres cosas: (i) la honestidad y el deseo de cumplir de quien la suscribe, (ii) la capacidad de verificar que efectivamente se produce el cumplimiento y (iii) la firmeza a la hora de sancionar a quien no lo cumple. ¿Cumplir qué? Ahà radica la parte esencial, en que las normas a cumplir sean verdaderamente capaces de producir el resultado que pretenden: proteger a los consumidores, sin retóricas.
La aprobación de un «sandbox» rural serÃa toda una declaración institucional de intenciones de dotar al ámbito rural de un ingente atractivo para el emprendimiento, innovador y convencional, tecnológico y social. SerÃa una gran noticia para la España despoblada.